No puedo. Solía pensar que sí, pero no. Cada bocanada de aire que tomo corresponde a otro momento de mi vida que se ha ido para siempre. Igual que las fotos que conservo o los escritos que desesperada -y a veces hasta arrogantemente- construyo y pienso que me permitirán capturar lo que sucede en mi existencia. Me engañaba: no puedo capturar ni controlar la potencia de la vida, su azar, su incertidumbre, su horror o su belleza, no al nivel que yo ingenuamente pensaba que podía.
“You can’t take a picture of this, it’s already gone”.
Estamos en el último episodio de Six Feet Under y Nate le suelta a su hermana (ya muerto el muy hijo de puta) esta enorme piedra.
Sí, Nate hablaba con Claire, pero como me sucedió a lo largo de toda la serie con unos y otros personajes, sentí como si el primogénito de los Fisher me la soltara a mí (por eso lo de "hijo de puta").
Esto, entre tantas y tantas cosas más, fue lo que me fascinó de uno de los espectáculos más incisivos, humanos y emocionantes con los que me he topado en mi vida (a la par de cualquier libro de los escritores “más acá” que se puedan imaginar): el hecho de sentir que en cada episodio, cada 5 ó 10 minutos, alguien se acordaba de mí, de lo que había pensado, sentido, sufrido o disfrutado hace un mes, hace un año o hace 15 años.
Había momentos en los que las coincidencias llegaban a un punto en el que sentía la necesidad de voltear hacia atrás -creyendo que entraría en un alucine muy al estilo de la serie- para toparme cara a cara con los guionistas y pedirles, no, demandarles que dejaran de investigar sobre mi vida, mis amigos, mis romances, mis inseguridades y mis perversiones. “Cabrones”, pensé más de una vez… “genios”, pensé casi siempre.
Tres meses tardé en acabar las cinco temporadas de Six Feet...; tres meses de cagarme de la risa; de llorar varia, varia vez; de emocionarme ante un reencuentro u observar las decisiones (buenas y malas) tomadas desde el fondo del corazón; de lanzar libros y periódicos a medio leer debajo de las sábanas mientras buscaba el control de la tele y sí, tres meses de enfrentarme a un viejo y nada resuelto miedo: la certeza de que… ¿qué creen? Moriré. Y morirán los que amo. Y no hay nada que pueda hacer al respecto.
Pero no pasa nada, porque hoy, a las 17:09 horas de este viernes 17 de octubre de 2008 todos estamos vivos, todos los que acabo de mencionar. Todos. Y, sin estúpidas moralejas de por medio, la serie me dijo algo así como: aprovéchalos...
Baste decir que, con la prodigiosa secuencia final de esta pequeña obra de arte, los ojos se me limpiaron… en más de un sentido.
Que la vea quien quiera:
viernes, 17 de octubre de 2008
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5 comentarios:
SI SI SIIIIIIIIIII!!!!
ESTO ES LO QUE QUERIA QUE VIERAS MI QUERIDO ENRIQUE.
WAKING LIFE IT IS SO GOOD!!!
UN ABRAZOTEEEEEE!!!!!
No es un spoiler medio gacho anunciar en tan visitado blog que el Sr. Don Nathaliel Samuel Fisher Jr. se muere?
Yo nomás digo, pa' los que no la han visto...
Anónimo, te asiste toda la razón, aunque en mi defensa he de decir que yo también supe de esa muerte como en la segunda temporada y no afectó en nada la impresión que tuve cuando finalmente sucedió..., pero sí, definitivamente hubiera sido mucho mejor que me guardara el dato.
ok, los que decidimos no ver el video pa' no enterarnos de nada antes de ver la serie ya nos chingamos con el dato que anónimo da... en fin.
Enrique: después de los vario posts que has dedicado a la serie y las reflexiones en las que has derivado, me convences de que la vea... solamente que no la he encontrado gratis en interné y se me cruzaron The Sopranos, así que ya estoy clavadaza.
Un beso bien vivo!
Ja, le cayó la pedrada a Anónimo y no a mí, qué cosas.
Pérate Fernández, que ya te llevo las temporadas, y si en una de ésas la british rain se pone mamona, pos nos echamos episodio vario. ¿O qué?
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