domingo, 25 de febrero de 2007

Sunday Morning

Tomo este título regalado a nosotros por Velvet... en esta noche dominguera, epílogo de un día en el que apenas si he asomado la nariz hacia la calle y que por primera vez en mucho tiempo no ha traído consigo ese sentimiento de culpa de pasar un domingo encerrado, siendo poco productivo, dedicado a las "improductivas" tareas de descansar y leer (y salir por la noche a ver futbol, buen futbol), reacio a toparme con la gente de los alrededores (de mi habitación, claro, ecosistema con el que cada día me entiendo un poco mejor), pero sobre todo siendo consciente de que más vale evitar calle y vecinos si se piensa que ni ellos nos aportarán algo sustancioso, ni nosotros a ellos.

Semana movidita ésta que termina, cómo no. Me he topado de frente con más de un bello recuerdo y, como suele pasar, un bello recuerdo puede sacarle a uno esa sonrisa franca que reconocemos en el rostro pocas veces durante una semana (o más), pero al mismo tiempo le confronta con el hecho de que ese recuerdo bien puede ser lo único que queda de la experiencia que un día lo colocó en nuestro archivo de la memoria. Y el vértigo ante lo finito que es todo lo que nos rodea es demoledor.

Un día ríes con alguien, al otro lloras; un día el olor de alguien te abruma, al otro la soledad inolora se ríe de ti; un día te sientes orgulloso de tus decisiones, al otro las miras de reojo y con recelo, como si no hubieran salido de ti, como si las hubieras conocido en una fiesta y te hubieran acorralado hasta obligarte a pasar la noche con ellas...y al siguiente día, ¡sorpresa! las decisiones ésas con las que te acostaste han perdido el maquillaje, tienen el aliento de una rata con gingivitis y, por si fuera poco, te piden que les hagas el desayuno.

Pero no, salieron de ti y lo sabes bien, se gestaron en tu cabeza y no te dio miedo caminar con ellas durante largos paseos veraniegos, otoñales y sobre todo invernales; ahora están de vuelta, firmes frente a ti, demandándote que las asumas, que te las tragues, o de lo contrario no te dejarán descansar ni un solo día hasta que se vean bienamadas por ti.

Así que eso es lo que toca un domingo por la mañana, por lo menos este domingo por la mañana: comenzar a querer a tus decisiones, son en parte tus hijas, y como tales habrás de estar al pendiente de ellas, por lo menos hasta que hayan crecido lo suficiente como para que sepas que ya no necesitan de tu atención constante para andar por ahí en la vida, adonde quiera que vayas. Se independizarán y tú, sin más remedio, las habrás olvidado, para después dedicarte a engendrar unas cuantas decisiones más. Y vuelta a comenzar.