martes, 19 de febrero de 2008

Carta abierta

Hoy escuché lo siguiente; para mí, esto es la vida:
“Es la magia de arriesgar todo por un sueño que nadie ve, excepto tú”.

¿Para qué existe este blog si no es para compartir lo que vivo, lo que me indigna, lo que me apasiona, lo que odio, lo que amo?

Si no cumple con esto, entonces no sirve para nada, y espero que eso no le suceda.

Miro hacia atrás y noto que, dentro de él, lo que me apasiona y lo que amo le gana por goleada a lo que me indigna y lo que odio. Y creo que eso está bien.

A veces son las personas (muchas veces -la mayoría- es sólo una); a veces es la música; otras, algo que vi en la calle; mi familia, siempre ahí; el fútbol obviamente tiene su lugar, igual la literatura. Y el periodismo.

Allí afuera están la vida, la muerte, el mundo con sus contradicciones e injusticias, su belleza y su gente…, y creo que todo eso hay que contarlo, y contarlo lo mejor que podamos, sin perder el tiempo, porque en el negocio de perder el tiempo ya se gasta mucho dinero, mucho papel, mucha tinta y muchas fotos.

Porque contar al mundo -y contarlo bien-, contar todo lo que de manera honesta creemos que en él importa nos puede hacer mejores personas, estoy seguro.

Y de paso, con algo de suerte, podemos llegar a convencer a alguien más de que aquello que humildemente pensamos que valía la pena contar, sí que era importante, sí que era emocionante.

¿Inspiración? En dos fragmentos pondré aquí “Sesión de cine”, un texto que John Steinbeck envió al New York Herald Tribune como corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial.

Perdón si me he alargado, pero hace poco me hablaron de vocación, y quiero honrar esa palabra, y para hacerlo creo que Steinbeck me va a ayudar.

El mundo está ahí, el periodismo está ahí; no los dejemos morir.


“Sesión de Cine”

LONDRES (18 de julio de 1943). Una tarde de verano inglés, en uno de los innumerables barrios periféricos de Londres. La sala estaba confortablemente llena. Había algunos soldados que habían sido heridos y estaban en período de convalecencia. Había mujeres de servicio, libres de trabajo por unas pocas horas. También había algunas ciudadanas para echar una rápida ojeada después de ir de compras. Y había algunos trabajadores sin trabajo. Delante, filas de niños arracimados, tan próximos como podían a la pantalla.

Una tarde ideal para ir al cine. La sala estaba confortablemente llena, sin apreturas. En lugares especiales había algunos hombres en sillas de ruedas, hombres hospitalizados.

La película era "Me casé con una bruja", de Veronica Lake, una comedia de fantasía donde una bruja de Nueva Inglaterra de los tiempos puritanos vuelve a la vida y cae de lleno en la tradicional comedia de enredo; una obra ni buena ni mala. A los niños les gusta el cine, y creen lo que ven, porque ellos creen en todo lo que se mueve.

Fuera había nubes bajas y parecía como si se anunciara la lluvia, como si aún no hubiera llovido bastante.
Mientras Veronica Lake, largo pelo rubio sobre un ojo, se sentaba en pijama en una cama de hombre, y él padecía por la respetabilidad de su nombre, en los niños crecía el regocijo.

Diez bombas alemanas caían entonces sobre la costa. Los sitiadores empezaban así su ataque. Los aviones enemigos habían ocupado el aire. Los cañones antiaéreos propios hicieron fuego y derribaron dos aparatos. Un tercero se estrelló contra una pequeña colina. Luego, en el cielo gris, empezó una loca y difícil persecución, Unos buscando por el cielo; otros, buscando la forma de mejor agredir a Londres. Y en tierra, las sirenas aullaron y los tremendos sistemas de alarma y defensa entraron en acción. Sólo uno de los aviones enemigos pudo escapar, retorciéndose por entre el radio de acción de las defensas. Zigzagueando hacia abajo, llegó justamente encima del cine. Estaba muy bajo cuando descargó las bombas. El cine saltó por los aires y luego se convirtió en un montón de escombros. La pantalla se rompió. El piloto elevó su avión, dio un rodeo, volvió y descargó sus ametralladoras sobre las ruinas. Después corrió hasta las grises nubes y voló hacia la costa. Dejó atrás el griterío de los niños, doloridos y aterrorizados...

Fin de la primera parte.

2 comentarios:

El Corazón de Chiara dijo...

MMM.... mijo... lo que espero es que no sea una onda "Yo soy la Chiara"... hahaaaaaa!!

Hoy vinieron tu hermano y Diego a ver el partido... nos salvó el último puto minuto pa no deprimirnos...

TE ECHAMOS DE MENOS!!

Abrazos!

enriquej dijo...

Esteeee...No entendí lo de "Yo soy la Chiara"...pinche Barça, va y viene.

Abrazo, que los extraño también coño!