lunes, 5 de marzo de 2007

Darwin, eres bueno


Miren nomás la galería hecha por Charles al resumir el cúmulo de emociones que somos capaces de experimentar los humanos..., ¿cuál es cuál? ¿mi cara le hubiera interesado para ser incluida?

domingo, 4 de marzo de 2007

De bajadita

Ya sabemos que uno no decide dónde nace, pero sí dónde quiere morir, o por lo menos es un derecho que deberían de tener todos los individuos en este planeta, todos, aunque cada que abro el periódico me doy cuenta que este derecho es arrebatado una y otra vez en países de la A a la Z.

Yo aún no lo decido. Lo que sí es verdad es que viniendo de bajadita esta noche desde el barrio de Gràcia hasta mi morada eixamplera, mi MP3, colocado obviamente en Random (lo que caiga es bueno) me puso en los oídos "Mediterráneo" de Serrat, y sí, me dio emoción escucharla viendo a la ciudad con semejante soundtrack de fondo.

Adoro la sensación de ir sin esfuerzo bajando por las calles sobre las dos ruedas de mi bicicleta, es, cómo decirlo, un traslado sin esfuerzo, como pocos a los que tenemos acceso los seres humanos, creo yo, o como los que por decreto deberíamos de tener, otra vez, todos.

Las pendientes tomadas así, de bajadita en bicicleta, libres, a tu aire, sólo te piden una cosa a cambio: equilibrio. ¿Ven por dónde va la analogía, la metáfora, eh? Quiero pensar que más que esfuerzos cargados de sentimientos de bienestar que tienen qué ver más con las ideas catolicistas más rancias referentes a la ganancia a través del dolor están pasados de moda, o por lo menos en discreta retirada.

Respecto al equilibrio, ahora hay poco dentro de quien esto escribe, por si hacía falta la aclaración; demasiadas rutas en qué pensar y nula confianza en la brújula integrada desde la fábrica.

Somos más hedonistas, cómo no, y más dados a la búsqueda de placeres rápidos, inmediatos, no culposos, de fácil digestión, y de esto dan cuenta encuestas, suscripciones a la alza a sistemas de TV de pago, ventas descomunales de consolas a lo Playstation,el buen Youtube, el incremento de los divorcios, sociólogos, científicos, ecologistas, cajeras, vendedores de lotería, en fin.

Y qué le vamos a hacer, cómo nos atreveríamos a juzgar a una persona que opte por esta vía, ¿cómo vamos a tomarnos el tiempo de fijarnos en los caprichos del de al lado?, ¿con qué cara cualquiera de nosotros puede erigirse en juez, fiscal o predicador cuando frente a nuestras narices, todas las narices de la tierra, la aplastante realidad que veo cada día en las noticias y en la misma esquina de mi departamento sólo habla de límites, esperanzas o expectativas borradas, dinamitadas hace décadas?

Todo está permitido: una guerra, reality con Paris, un país sin presidente, una vajilla china de 5 euros, y, en poco tiempo, "robots que sabrán reconocer las emociones humanas e interactuar con ellas", verídico, leído en El País..., como entre nosotros no pudimos, alguien tiene que hacerlo, y si a la hora de estar en desacuerdo con ese alguien, (¿algo?) no estamos de acuerdo, no hay que dejarlo, serle infiel, matarlo o hacerle cambiar de opinión, sólo hay que apagarlo.

Las reglas cambiaron y nadie hizo nada por evitarlo, así que a jugar con ellas.

Ya no seguiré por aquí, hoy no puedo.

Nota al pie: Lo pongo por escrito. Confío en que el martes estaré de buenas por la noche-noche. Esperemos que Liverpool caiga y los "mediterráneos" se impongan a los "shelovesyousyeyeye!"











Los robots de porvenir sabrán reconocer las emociones humanas e interactuar con ellas.

sábado, 3 de marzo de 2007

Tres, cuatro, cinco pistas...

Sé que la analogía es vieja, simplona y tan ordinaria que hasta la Maldita Vecindad
-bandita chilanga que se ahogó en su propio vómito skafunkerorockerillodanzonero-, la utilizó para comparar a la Ciudad de México con un circo.

Pero bueno, funciona, es fácil de entender. Esa sensación de estar participando en un circo no de tres, sino de cuatro, diez, cientos de pistas que se mueven al unísono y tú eres capaz de ver casi en su totalidad es la única que se me ocurre ahora para reseñar lo más selecto ocurrido en las últimas semanas de esta vida.

Veamos: Maratón de Barcelona dominical, yo invitado a grabar en video la hazaña de un paisano mexicano que dominará durante 10 kilómetros una pelotita, la cual no deberá tocar el suelo barcelonés y entonces le será otorgado el aplauso del respetable y algún que otro patrocinio.

Este "Dominator" del Siglo 21 no tiene armas de destrucción masiva que no sean sus piernitas y un ego que no le permite abordar otros temas que no sean élysupelota, mipelotayyo, lapelotaymiser, mismaravillosaspiernasquenodejancaerlapelota y Maradonajamáslogróhacerloqueyohacía.

Tan incalificable personaje fue conocido por un servidor en el bar/restaurante de unos grandes amigos cuando llegó a las BCNS a vivir al piso del hijo -sí, sí, uno de los hijos-, de Los Tigres del Norte (ah verdad, circo o no circo?), quien presto a estudiar música lejos de su natal Caaaalifornia (homenaje a esa ñoñísima marca de ropa de mi primera juventud) se hizo acompañar del guardaespaldas/niñera más divertido que debe habitar este planeta, ja..., es que hay que paladear sus aguijonazos sinaloeneros y su insaciable barriga (15 cervezas por noche, sin tambalearse) y su permanente afán, no compartido por su protegido, de conocer los rincones más alucinoeróticos de Barcelona.

En la pista de cuyo número no quiero acordarme, tenemos al malabarista principal de esta baratísima versión del Cirque du Soleil, tratando a toda costa de no dejar caer sus maltrechas emociones y ser abucheado por los espectadores, quienes atónitos pero igualmente crueles, serían capaces de voltear la mirada hacia otro lado en cuanto la primera pelotita, (perdón, emoción) se fuera al suelo y entonces pasar a ver al...Domador de leones!

Sorpresa! El mismo malabarista ha dejado su traje de arlequín y mete su cabezota en las fauces más de un felino (o felina) depredadores de largos y afilados colmillos, altamente mortíferos si no se cuida la distacia con ellos y que no dudarán en mordisquear la orejita de nuestro antihéroe hasta lograr en él dos cosas: o que implore por una rápida deglutación o por un aún más rápido y efímero beso con lengua incluida. Es que estas fieras es mejor verlas desde lejos, pero no, ahí va el cirquerito, tan dado a recibir las luces y los aplausos y todo eso, ay.

Tigres -del Norte claro-, malabaristas de pies y manos, gatitas y gatotas de grandes fauces, payasos, uff, cuántos payasos (quiero que cuando pensemos en payasos pensemos en John Malkovich en Shadows and Fog), música, maratones, calor prematuro y uno que nomás pasa de pista en pista, como un Dante cualquiera de círculo en círculo, sin saber cuándo le tocará el aplauso final y definitivo, el que lo hará pedir el retiro de este mundo farandulesco e inestable y le guiará finalmente ya no a una casa rodante, sino a una casa fija, con televisión por cable, Internet a todo lo que da, cochecito y cositas buenas en el refri..., nevera pues.

Gran circo es esta ciudad, ajá, ajá.