martes, 28 de julio de 2009

Dos pedales, una ciudad y un trasero castigado



Mucho, por no decir todo, de lo que te puede pasar o no pasar es cosa de tiempo, de velocidad, de sincronía, de saber mirar, de volver a mirar e incluso de cerrar los ojos (consciente o inconscientemente).

Sé que no estoy diciendo nada original en este párrafo, pero eso no le resta validez, sólo viene a servirme como una especie de introducción a la breve narración de mi primer recorrido por la ciudad desde una perspectiva absoluta y completamente distinta: sobre una bicicleta.

Desde las lejanas tierras del Baratillo y pasando por el puente peatonal al lado de San Juan de Dios, mercado tantas veces visitado por mí en busca de tenis, piratería o reportajes culturalosos, hasta pasar por el Centro y luego por el edificio de la universidad y de inmediato enfilar hacia la casa paterna, mi nueva bicicleta alcanzó sin problemas varios objetivos nada complementarios: me hizo sonreír durante más de media hora, me mostró a la ciudad, sus edificios y su gente de otra manera (mucha arquitectura tapatía apesta, pero la gente anda muy de buenas en la Vía Recreactiva, tal parece) y me provocó un extraordinario dolor en el culo. Hacía más de un año que no montaba en dos ruedas y mis nalgas lo pagaron con todo e intereses.

Pasó la tarde, comí como un cerdo (la bici te quita ciertas culpas a la hora de tragar) y me dije: “Bien, ¡venga, un segundo viaje te espera!”, convencido de que ningún camión me asustaría, de que podría ir de casa de mis padres hacia el departamento vigoroso y veloz…

Al cabo de 40 minutos, el dolor se incrementó; cada bache o irregularidad en el pavimento era una pesadilla aproximándose; cada metro recorrido un recuerdo de que el cigarro jode tu respiración y, como remate, apareció ese ciclista hijo de puta que me rebasó y se alejó en pocos minutos varias, varias, varias, varias calles, conviertiéndose en una dura afrenta que mi orgullo hace años no experimentaba.
De ésas que calan.

Pero mi bici está de puta madre y me divierte muchísimo y haré ejercicio y puedo ir por el periódico en ella y, y, y… arriba se ve cómo disfruta Ringo la suya.

miércoles, 22 de julio de 2009

Escenas de Aeropuerto


Lo bueno de un aeropuerto, es que te recuerda los viajes.

Sentados donde se pudiera, gracias a la escandalosa falta de asientos en el aeropuerto de esta noble ciudad, escuché cómo mis padres reiteraban su agridulce relación con él. No lo aborrecen, pero se pusieron a sacar cuentas y ya acumulan una racha de cinco años en la que ese lugar les representa separarse de alguno de sus hijos que se larga de pata de perro a Barcelona.

Este lunes fuimos por Adolfo (el hermano que regresó de su periplo barcelonés) y si hay algo que me encanta del hecho de compartir tiempo y espacio con mis progenitores en el aeropuerto, es que puedo verlos tal como son –para lo bueno y para lo malo– porque como ni siquiera lo intentan disimular, sacan a flote sus personalidades de una manera que, para mí, el primogénito, resulta muy divertida.

Lo importante de este post no es airear sus costumbres en internet, sino poner por escrito (para recordarlo en muchos años si hace falta y si aún existe internet para leerlo) lo bien que me llevo con ellos, lo fácil que puedo charlar con mi papá ¡por fin! después de años de desérticos diálogos del tipo: “mmmhh, sí, hum… sí… cuídate, hum, bueno, suerte... esteee… luego hablamos…jum…” y subrayar la facilidad con que sigo haciéndolo con mi mamá desde que tengo uso de razón.

Es un placer tener un diálogo con los dos. Son muy inteligentes, bastante abiertos (aunque el tema de lo gay en este mundo le incomoda un poco a ambos y tienen cierto respeto por Hugo Chávez, qué le vamos a hacer), tienen un sentido del humor bastante desarrollado, aunque sumamente ñoño a ratos, pero capaz de dilucidar rápido un buen comentario negro y, sobre todo, lo que más les admiro, es que son muy buenos para escuchar.

Él es el duro, el jefe, el racional, el que apenas sonríe. Pero en cuanto apareció Adolfo con sus maletas, sonrió, lloró y lloró y le besó la cabeza varias veces.

Ella es la ecuánime, la sentimental y la que no se guarda un solo sentimiento, así que en cuanto salió Adolfo, lloró y lloró y le besó la cabeza varias veces, y fue la que le preguntó: “¿cómo te fue?” Mi papá no podía preguntarle nada porque tenía un nudo en la garganta y le temblaban los labios y las manos de la emoción.

Así de duro es. Y cuando lo veo así, recuerdo que soy su hijo.

martes, 14 de julio de 2009

"Debe ser maravilloso ser mujer, y muy duro"


"Change your heart, look around you..."


"...Debe ser maravilloso ser mujer, y muy duro".
-¿Por qué lo dice?
-Cómo en un solo individuo se puede conjugar tanta fortaleza y tanta fragilidad; tanta capacidad de darse. El hombre en ese aspecto es como un cromañón.

-¿Qué fue de aquel primer amor?
-Cuando decidí que me venía a Europa decidió que no quería ser un "clochard" en París y me dejó. Pero cuando uno ha querido a alguien, no lo deja de querer nunca.

-¿Se ha pasado la vida huyendo?
-Hay un viejo dicho: escapar no es cobardía, es ligereza de piernas. Yo he sido ligero de piernas. He sido fanfarrón y fantasma. Pero cuando hay que quedarse, me quedo.

Roberto Bolaño, fragmento de una entrevista con La Vanguardia en 2002, un año antes de su muerte.

miércoles, 8 de julio de 2009

Post postbloqueo


Qué video... buenazo

Creo que fue más de una semana la que pasé sin escribir, no recuerdo los días exactos, pero sí sentí que pasó mucho tiempo. Ninguna razón en particular, gracias por preguntar. Lo que sí, es que varias veces me senté frente a la computadora y no pude articular nada, hasta ahora.

¿Motivación primaria? Bueno, iré paso a paso. Estoy en una conferencia, llega una amiga fotógrafa feliz porque acababa de escuchar una bellísima canción de unos españoles llamados... "Flores no sé qué", atinó a decir la susodicha (se llaman Facto Delafé y las Flores Azules, son catalanes -por ahí se ve Badalona me parece- y son REbuenos).

Voy, los busco, la canción recomendada por mi amiga no me gustó tanto, pero justo debajo estaba "Mar, el poder del mar" y que me entra por los poros y que me gusta un montón y que no me aguanto las ganas de compartirla y que me pongo a escribir.

Y en este repentino momento de escritura, rememoro una jornada electoral nacional increíblemente sosa, en la que un partido que se llama PRI le ganó a uno que se llama PAN y lo cual para mí resulta tan irrelevante en términos democráticos (se parecen tanto) como ver un partido Sudáfrica-Irak en términos futbolísticos. Me aburro.

Semana de presentaciones de impresentables (C.Ronaldo); de armar el viaje al DF para ser el primero en invitarle a Fernández unos tacosdoradosconsalsa; de cerrar el semestre y esperar las vacaciones con ansia infinita; de hacerme adicto a Californication (je, siempre llego tarde a las series más divertidas); de ver cómo mi padre sentía náuseas al entrar a la casilla de votación y dar media vuelta para, como desde que lo conozco, abstenerse y de darle una arregladita al departamento.

Frase del día: "El barrio es más hermoso desde que apareciste".