jueves, 24 de mayo de 2007

Ya me acordé


Hay días que no son como son por casualidad, y hoy es uno de ésos. Hoy recordé muchas cosas, muchas cosas que tenía olvidadas ¿Por qué?, ni idea. Puede ser cobardía, pereza, apatía..., qué se yo, qué me importa, las recordé -para ser más preciso me ayudaron a recordarlas-, y ya está.

Recordé lo maravilloso que puede ser el periodismo, lo maravilloso que puede ser comunicarte con alguien, contarle lo que amas, lo que te indigna, lo que te divierte y que ese alguien ame, se indigne y se ría contigo. ¿Qué más podría pedir de un trabajo, si es que se le puede llamar trabajo?

El recuerdo de lo que acabo de decir (qué putada que lo hubiera olvidado, pero así me sentía), fue desempolvado por dos extraordinarios sujetos, dos peruanos que providencialmente aterrizaron en la Universidad para hablar de la escritura, de la curiosidad, del amor por las palabras, de todo lo que apesta en el mundo, pero también de todo lo que huele a vida, y de cómo eso que apesta y eso que huele tan bien vale la pena ser narrado, porque todo forma parte de lo mismo, de nosotros y de los que se sientan a nuestro lado en el Metro o de los que nos dan un codazo por las calles, o de las desconocidas que nos regalan una tarde nublada inolvidable con una simple mirada que ni siquiera va dirigida a ti, sino a su reloj.

Los peruanos, sí, ya voy, ya voy. Uno se apellida Chang y el otro Angulo, no diré más, no veo la necesidad. Una vez que terminé de charlar con ellos me han escupido literalmente del campus de la universidad hacia Barcelona con el pecho hinchado de oxígeno, la cabeza repleta de ideas, adornado todo con una sonrisa idiota y unos ánimos por ver, oler, escuchar y escribir que hace mucho tiempo no experimentaba. ¿Cómo lo explico? Es estar parado (en este caso fuera del Café Zurich, tantas veces punto de encuentro en mi vida) mirando hacia el frente y, sin razón alguna, girar rápidamente hacia atrás y fijar tus ojos en la primera mujer que veas, sólo por darte el gusto de saber que ella estaba ahí, cerca de ti justo en ese instante. Y que no olvidarás el momento.

Cojo la bicicleta, me topo con argentinos que hablan del Bicing, el nuevo proyecto de la ciudad para que la gente se mueva a sus anchas en dos ruedas por una módica cantidad; me topo con árabes que disfrutan del poco sol que le queda a Barcelona a las 8 de la noche; me topo con una esbelta y bellísima negra que espera cruzar la Gran Vía; me topo con una señora que ha sacado a pasear a su perro; me topo con un tráfico pesado; me topo con una vecina de lo más amable que detiene la puerta para que pase mi bicicleta, y al llegar a casa me topo con Bertolucci y su entrañable The Dreamers, película que se aparece ante mí por primera vez y me roba la noche.

Primero por Eva Green, un descubrimiento impagable; segundo, porque el idealismo tan adolescente, virginal y sensual de quienes en ella aparecen (Francia, mayo del 68) me viene bien, se hermana con el ánimo que fui adquiriendo a lo largo del día. Y como remate, me trae un último recuerdo (la escuché más de una vez en Radio Juventud cuando mi madre preparaba el desayuno los fines de semana) que me manda a dormir con una sonrisa y una añoranza por lo todo amado y lo no amado: "Tous les garçons et les filles...", "y los ojos con los ojos, y las manos con las manos...". Qué canción.
Sí, hoy también recordé cómo se escapan dos o tres lágrimas.

Pie de foto. La vida puede parecerse a Eva.




4 comentarios:

Doppler dijo...

Fabuloso día, diría yo...

De esos en los que te encuentras con lo más profundo de tu ser y de tus raíces y sales fortalecido.

Me da gusto leerte de esa manera. Te envío un abrazo muy fuerte junto con mis mejores deseos de que ese estado permanezca en ti siempre.

Lexéemia dijo...

Cuándo demonios pretendes escribir de nuevo? Como que ya han pasado mil años desde tu última entrada, no? A ver si movilizas tus deditos sobre el teclado de la compu.
Te mando un abrazo y te cuento que elegí tu día para que nazca mi Alien... me voy a acordar de ti el viernes un poquitín.

enriquej dijo...

Gracias por los comentarios Doppler...qué mamada, pero no ubico quién eres, échame la mano

Doppler dijo...

Y yo que nunca me acordé de firmar mi comentario... la costumbre de no hacerlo.

Lo bueno fue que al final supiste quién era.

Un abrazo.


-Morlett